miércoles, 28 de marzo de 2012

La Habitación de los Gritos

Este es un relato que hice para mi clase de Escritura Creativa. El ejercicio consistía en escribir algo que contuviera un anuncio que dijera: “Se alquila habitación para gritar. Económica. Absoluta discreción"
Aquí va mi relato. Yo lo he llamado la Habitación de los Gritos.


La Habitación de los Gritos

Era a mediados de los 90, cuando en París todo resultaba carísimo y los hombres casados intentaban ligar con las chicas jóvenes en el trabajo, en los restaurantes y hasta en el metro. Eran los tiempos en los que aún se marcaban las estaciones y existían la primavera y el otoño. Eran los últimos años antes de que el mundo tuviera acceso a internet y a los teléfonos móviles y todos nos sentíamos aún más solos que ahora.


Por eso, en ese París otoñal, aproximándonos velozmente a la estación del frío y de la oscuridad, una única palabra poblaba y describía mi vida: soledad. Rodeada de vecinos indiferentes que no devolvían el saludo en la escalera y de compañeros individualistas, me desesperaba cada día más. Volvía del trabajo de madrugada, en un autobús nocturno rodeada de rostros de hombres somnolientos y llegar a casa no suponía un alivio, porque al día siguiente me esperaba una jornada similar a la vivida. Sólo suponía un día menos para su vuelta.

Mi vecina de abajo, hacía bricolaje en su piso sin cesar, a golpe de martillo y de Black and Decker….No me dejaba dormir por las mañanas. Y a sus martillazos se superponían los gritos de una madre hacía su hija adolescente y de la hija adolescente hacia su madre cargados de reproches y amargura. Y a estos se superponían los golpes en la pared y los gritos del señor calvo del tercero pidiendo silencio. Y así, cada día surgía una cadena interminable de ruidos furiosos.

Por eso, cuando vi aquel anuncio “Se alquila habitación para gritar. Económica. Absoluta discreción”, sentí alegría por primera vez en mucho tiempo. Se me ocurrió una gran idea.

Con la excusa de una degustación de sangría, convoqué a mis vecinos en mi casa. Con la promesa de beber gratis, no faltó casi ninguno. Les conduje a la habitación de los gritos, y me encerré con ellos. Todo se produjo con la mayor naturalidad. La madre empezó a gritar al señor calvo, el señor calvo me gritaba a mí, yo gritaba a la señora del bricolaje y todos gritábamos a la vez. Gritos secos, gritos de rabia, gritos de pena, gritos de miedo, y casi todos gritos con lágrimas. Cuando ya nos vaciamos de nuestros gritos, abrí la puerta y cada uno se fue por su lado. Nadie dijo nada, nadie ha comentado nada. Pero cada mes, cuando cuelgo el cartel de sangría gratis en la entrada del portal, no falta ninguno de ellos. Incluso se nos ha unido algún vecino más. Ya no me siento tan sola y tengo fuerzas para seguir esperando.

10 comentarios :

  1. Me ha gustado mucho, Inma.
    Un abrazo.

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  2. Qué chulo!!! Me ha gustado un montón. Qué desahogo, oye... Besotes.

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  3. Me invitas a una habitación de los gritos? Sin duda no estaría mal tener una mano de vez en cuando.
    Besos de tu orgullosa hermana.

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  4. Más de uno necesitaríamos esa habitación...

    Me ha encantado tu relato, tan descriptivo...te permite imaginarlo todo...

    Un besazo

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  5. Me encanto..
    yo estas semanas hubiera pagado por tener una habitación para gritar a gusto.

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  6. Gracias por los comentarios.., mi próximo cumple lo celebramos en una habitación de los gritos

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  7. Hola inma. Me ha gustado mucho, pero me falta tu entonación tan característica...
    Te seguiré, y seré casi tan dura y crítica como...

    Un besazo.

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  8. En todos los edificios del mundo tendría que haber por ley una habitación de esas. La sangría cada mes corre a cargo de uno diferente,pero los psicólogos se morirían de hambre y los escritores de libros de autoayuda se suicidarían en masa. :P
    Me ha encantado. Escribes demasiado poco.
    Besazo

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