La vida de uno se construye también a base de anécdotas tanto propias como ajenas, que nos acompañan y al recordarlas nos sacan de nuevo la sonrisa o la carcajada.
Tenía yo 18 años y estaba de vacaciones en la playa. Mientras me bañaba en el mar con mi tía Loli, mujer discreta y que no suelta un taco, me dice inesperadamente que los hijos son de las madres y no de los padres, porque total "ellos qué han puesto, un escupitinajo y nada más". Esa descripción tan gráfica, escueta y acertada del esperma y lo que es más, viniendo de mi tía me dejó entre la risa y estupor. Estupor del que aún no he logrado salir.
Juanri es un amigo, íntimo de los hijos de mi tía Loli. Un día se fue con unos amigos a un restaurante argentino y se atragantó con un trozo de filete. El chico casi se queda en el sitio. Y una y otra vez nos ha contado lo mal que lo pasó, con el trozo de carne atragantado y que no subía ni bajaba. Nos lo contaba acompañando la historia de unos ruidos guturales, y gestos de estrangulamiento desternillantes. Esos ruidos fue lo que al parecer logró que el filete saliera para afuera . Es una historia que Juanri siempre ha contado tan bien, que me ha marcado. De hecho, he escrito ya tres relatos sobre una persona que se atraganta comiendo carne argentina. Uno lo hice en inglés cuando estudiaba para el Proficiency, otro para mi curso de Escritura Creativa y el último para un magazine literario. Los tres tienen en común que el protagonista no vive para contarlo y se muere sentado a la mesa del restaurante. Creo que aún me esperan más relatos de esa temática, como este post, por ejemplo.
Mis dos hermanas mayores,cuando eran pequeñas (que frase más mala), se pusieron a jugar a los 3 Mosqueteros con los tenedores. Con tan buena suerte que Bego, la mayor le clavó el cuchillo en la frente, a Olga, la segunda. Me gusta esa anécdota porque cuando la cuenta Bego, se trataba de un tenedor de puntas romas y Olga lloró por ñoñería. Cuando la cuenta Olga, se trata de un tenedor puntiagudo que le dejó marca en la frente durante días y casi se queda sin cerebro. Yo me quedo con la versión de Olga, que tiene más miga.
Mi hermana Olga, ya no tan pequeña, en pleno agosto y en casa, tuvo la idea de refrescarse con el congelador. Abrió la puerta, metió la cabeza dentro y pegó la lengua en el hielo....con tan buena suerte que no lo lograba despegarla. Por su cabeza debieron pasar imágenes terroríficas, porque cuando al fin logró sacar la lengua de allí, usando toda su la fuerza, un trozito pequeño de carne de la lengua, según ella, se quedó pegada en el congelador.
Una vez, viviendo en Bruselas, abrí el buzón, metí la mano dentro para coger las cartas y me topé con un preservativo usado. La sensación de asco me persiguió semanas.
Pero mis mejors anécdotas personales siempre tienen como decorado un váter público.
Estando embarazadísima me dio un apretón en un Starbucks. Al terminar la faena, me di cuenta de que no había papel y tuve que llamar a mi marido por el móvil para que me lo consiguiera. Tardó bastante, ya que el empleado de turno, al que acudió en vez de traerme un paquete de clínex, no podía encontrar los rollos de papel. Y había cola para entrar. Y todos me miraban. Aún siento sus miradas.
Otra vez, estando de cañas con unos amigos, me fui al baño a hacer pis. Y la puerta se atrancó, y no podía salir. Qué angustia. Menos mal que llevaba también el móvil y llamé a mi marido. Cuando por fin desde fuera lograron abrir la puerta, me encuentro allí a mis amigos, mi hermana, mi marido y tres camareros. Uno de ellos diciendo que como habría cerrado yo la puerta para atrancarla así. Claro.Fui yo.
Y por último una de baño en un entorno profesional. Fui a Milán a dar una conferencia a una cadena hotelera. Una vez terminada la conferencia y antes de irnos a comer todos juntos, me fui a hacer pis. De nuevo la puerta del baño se atrancó y yo sin el móvil. Empujando, gritando "aiuto, auito". Cinco angustiosos minutos después aparece una tal Valentina, que al ver que yo tardaba tanto en salir, tomó la iniciativa de venir a buscarme...Che vergogna!! Con lo bien que me había salido la conferencia y se tiene que enterar todo el mundo de mi encierro en un cubículo de vater. Porque fuera del baño me estaban esperando los treintaytantos asistentes.