El mundo blogger no deja de sorprenderme. Hoy sentada en la piscina con mi amiga Bárbara, contándonos confidencias varias mientras nuestros hijos compartían galletas saladas y tortitas de maíz, no pude evitar pensar, como algunas amistades que parecen inquebrantables se van, y otras de la manera más absurda, llegan.
Así me pasó con la
bloguera Bárbara, a quién conocí en un taller de cocina que organizó Madresfera este invierno. Nos conocimos en plena degustación, comiendo todo lo comestible, entre alitas de pollo y queso brie, y rodeadas de chicas blogueras como nosotras.
Una semana después, en el vestuario de la piscina infantil, vestuario que poco a poco te va comiendo años de vida a causa del calor, el olor a cloro y los gritos infantiles, se me acerca una chica y me pregunta si soy una de las blogueras del curso de cocina del otro día. ¡Pues sí, era la bloguera Bárbara, que me había reconocido y que lleva a sus retoños a la misma pisci que yo! Así que a partir de ese día se ha convertido en mi compañera de pisci de los martes y los jueves. Mientras miramos a traves de un ventanal enorme lo bien que nadan nuestros retoños, nos contamos la vida, criticamos a los maridos y a los malos jefes, hablamos de proyectos, de blogs y del poco tiempo que empleamos en cocinar y de todas las cosas que hacemos al cabo del día sin que se nos mueva un pelo. También calculamos, por iniciativa de Bárbara, los años de vida que vamos perdiendo en ese vestuario lleno de olores y gritos, y cuantos recuperamos cuando nos saltamos una clase.
Gracias a Bárbara, en vez de ponerme las gafas de sol en plan Calamaro y echarme una siesta en el sofá de "escay" frente a la recepción, tengo ganas de que lleguen las tardes piscineras, a pesar de que me quiten la vida poco a poco, para tener un rato de chicas. Y los jueves, se nos une Sandra, que no es bloguera, que vivirá más que nosotras porque solo lleva a sus hijos una día a la semana a la pisci y porque es como nosotras, estupenda, amiga y mujer antes que nada.