Cada verano, trabajar desde casa se convierte en un reto. Que si el ordenador me da calor, que si me llegan los gritos de los niños desde la piscina y los alaridos con sonido a orgasmo repentino de los jugadores de pádel, que si entro en bucle con una canción, que la nevera parece vaciarse sola, que mis hijos pasan más tiempo en casa que nunca, que me resulta imposible quedar para comer, así que quedo para tomar café....y la cafeína se me sube a la cabeza...
El caso es que este es el quinto verano trabajando desde casa y por ahora, está siendo positivo. Positivo porque hace menos calor, porque han bajado considerablemente el precio del campamento de verano del barrio, porque me gusta más mi trabajo, porque Bárbara y sus hijos vienen a veces a la piscina, porque mi amigo argentino Damián vino desde Bélgica y no hemos parado de hablar y hemos ido al teatro a ver una de Yllana (aún tengo agujetas en la tripa de reirme) y porque con algunos amigos del máster tenemos una comunicación que me hace sentir muy acompañada...y claro, porque este año tengo a
mi socia Vicky conmigo, y ya nada es lo mismo, es mucho mejor. Acabamos de terminar la web de un
locutor profesional, además.
Aunque pasan los años y no salimos del
"mamá mira", del
"tengo hambre", y del
"quiero ver la tele", al menos por las noches, con nocturnidad y alevosía logro ir terminando tareas laborales. Entre escribir sobre las maravillas del paté y las confituras francesas, sobre el punto dulce y la endiablada potencia de las raquetas de pádel y sobre las particularidades de los talleres de cocina, mirar campañas de Google y mucho más, se me empieza, de nuevo a escurrir el tiempo, a desaparecer y a sentir que 2014 terminará sin ni siquiera haber empezado.
Como siempre, lo sabemos, la vida se disfruta cuando hacemos lo que nos gusta y con la gente que nos gusta, y es ahí donde yo pongo todos mis esfuerzos: en lograrlo
Y os dejo con una frase que se encontró en una biblioteca de Aluche:
Si te he visto, no me acuerdo
Si te desvisto, no me olvido