Escribo esto porque esta mañana al meterme en el ascensor pude identificar exactamente al tipo de persona que se había metido antes que yo: varón entre 30-45 años que no se ha duchado y ha intentado disfrazar su olor con un porcentaje alto de su frasco de perfume.
Mientras empujaba el carrito de Olga rumbo a la guardería iba pensando en los olores de los ascensores. En mi portal hay dos ascensores por lo que los olores se reparten y no nos podemos quejar. Pero aun así, hay algunos que me molestan: el de los que fuman en el ascensor, que afortunadamente son cada día menos. El de los que fuman tanto que llevan el olor a cáncer de pulmón incorporado y dejan huella. El del que se ha perfumado dentro del ascensor. El del que se ha tirado un pedo y ha huido raudo y veloz. El del que viene sudando tanto que nos deja la nube de sudor flotando en el ascensor. Y el que menos me gusta es el que se filtra desde las cocinas a los pasillos y de los pasillos al ascensor, el de los cocidos, verduras hervidas y fritanga..
Por la tarde fui a buscar a Olga al cole y luego fui a comprar.
Mientras metía a Olga, el carrito, la mochila de la guardería, el paquete de pañales y el bolsón de la compra en el ascensor pensé: qué vida perra llevaría yo sin ascensor, ¿no?
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